sábado, 23 de junio de 2007

EL ACTO, AUN Autor: MALENGREAU PIERRE

La pregunta de Lacan sobre la eficacia del psicoanálisis: "Qué es lo que ayuda?", es interrogada en los términos de su segunda enseñanza, donde la eficacia no es sobre el sentido sino sobre el goce. A partir de la conferencia de J.-A. Miller en Comandatuba, puede decirse que al sujeto contemporáneo le falta su síntoma. Los nuevos síntomas son entonces síntomas por producirse.Los efectos terapéuticos forman parte de lo que un sujeto tiene derecho a esperar de sus encuentros con un psicoanalista. Pero que estos se produzcan rápidamente no forma parte de aquello a lo que se apunta. Se trata de una elección metodológica.[1] Sin embargo, frecuentemente ocurre que se obtienen efectos de ese orden. Siempre son sorprendentes. Esos efectos interpelan al psicoanalista respecto de la influencia de su acción y los que sostienen su formación. Hay una pregunta que se torna insistente en los últimos seminarios de Lacan. ¿Qué es lo que ayuda?[2] Es el dicho o el decir, el enunciado o la enunciación, "el empleo de las palabras o su jaculación"? [3]La pregunta es perturbadora.[4] Lo es por más de una razón. En principio es perturbadora porque nos obliga a situar correctamente la sombra que los poderes de la sugestión pesan sobre toda práctica de palabras. La originalidad del método analítico surge "de los medios de los cuales se priva".[5] Privarse de la sugestión es parte de ello. Esta pregunta es sobre todo perturbadora porque interroga el uso que hacemos de la palabra en la experiencia analítica.Precedentemente se creía que "eran las palabras las que conducen".[6] Era la época en la que la práctica del análisis estaba marcada por la preeminencia que Lacan daba a lo simbólico. El síntoma tenía valor de mensaje, y la intervención del psicoanalista se apoyaba esencialmente sobre los poderes poéticos de la lengua. Distinta es la época en que lo indecible del goce es lo que oriente esta práctica. El síntoma denota un momento de cristalización del goce en la lengua, y la intervención del psicoanalista apunta, más allá de los efectos de sentido, a movilizar lo que hay de más vivo o de más muerto en esa lengua.[7]J.-A. Miller señalaba, hace más de diez años ya, hasta que punto ese cambio de perspectiva vuelve problemática la intervención del psicoanalista.[8] Movilizar las relaciones del significante y del sentido es una cosa, perturbar la relación misma del sujeto con su modo de hablar, movilizar lo viviente en la forma literal de un síntoma es otra.Es aún más cierto en nuestra época, salvo que nuestro mundo cambió, y que comenzamos a penas a extraer las enseñanzas de las palabras sostenidas por J.-A. Miller en Comandatuba.[9] Las formas contemporáneas del malestar se han modificado bajo la presión del objeto puesto en posición dominante. La búsqueda de satisfacciones inmediatas se paga con un malestar sin represión. Y a partir de esto, es grande la tentación de elaborar una clínica de la dependencia que permitiría que a cada goce corresponda una respuesta comportamental. Para el toxicómano, los productos de sustitución; para la anoréxica, las conminaciones nutricionales; para el bulímico, los regímenes culinarios; para el fanático de Internet, los cortes de corriente; para los obstáculos del sexo, etc. A partir de los avances de la ciencia la lista es larga.Al sujeto contemporáneo le falta el síntoma, y lo que llamamos nuevos síntomas, de hecho, no son más que una anticipación del camino que nos hace falta recorrer. Esos síntomas son nuevos en el sentido en que todavía, para tomar una fórmula de Mauricio Tarrab, están por ser producidos.[10] A partir de esto, no se trata de poner el acento sobre el desciframiento de las formas del malestar. La práctica lacaniana de hoy día, tiene la pretensión de ofrecer a aquello que se impone como un goce a la vez saturado de sentido y opaco, una nueva orientación, una orientación que no sea solamente propia de cada uno, sino que vaya también a otro lugar y más allá del punto en el que está.Nos precede un pequeño efecto terapéutico ubicado bajo el signo del no-sentido. Un hombre gran consumidor de encuentros femeninos por Internet estaba una vez más en el momento de fugarse ante el deseo de una mujer que lo invitaba a comprometerse más. Mientras que describía las angustias repetidas que esta huída iba a provocar, me vino a la memoria la onomatopeya que Éric Laurent, con el humor que le conocemos, proponía como fin posible de un análisis. Detengo la sesión diciéndole "Pfuuit entonces", dejándonos, a él sorprendido por lo que acababa de escuchar, a mí un poco inquieto por mi audacia.En la sesión siguiente me sorprendió enterarme que él había tomado la iniciativa, por primera vez, de hablar a esta mujer de su dificultad en vez de huir. Agrega al mismo tiempo que se había acordado al salir de la sesión anterior de un acontecimiento de su infancia que le había valido una fuerte reprimenda paterna. Se acordó del enorme placer que experimentó al escuchar el ruido que había provocado perforando la cámara de aire del neumático de la bicicleta de su pequeño hermano. Efecto de sentido o de sonido, efecto de significante o coincidencia, lo cierto es que este hombre se sirvió de este recuero para transformar, a partir de ese momento, su adicción a Internet, en una pregunta sobre las incidencias en su vida de un goce desprovisto de sentido. ¿Qué valor dar a esos encuentros con mujeres si el goce que ellas esconden no tiene más consistencia que el ruido de un "pinchazo"? Que esta pregunta le haya permitido salir de su mundo virtual, fue una sorpresa. La transformación de un ‘mal vivir’ en un síntoma posible implica una modificación de nuestra perspectiva sobre el sentido. Producimos más sentido del necesario. Producimos sentido en exceso al punto de ser asfixiados por él. De allí la imagen anticipada por Lacan en 1973: "el psicoanálisis es el pulmotor",[11] es el pulmón gracias al cual intentamos asegurar lo que hace falta para que la historia prosiga. Más allá de las múltiples peripecias de una historia, ese "pfuuit" nos recuerda que no es necesario mucho sentido para vivir. Un poco de saber-hacer con aquello que no tiene sentido alcanza.Esta secuencia nos enseña que es un error pensar que se trata en un psicoanálisis de comprensión. Comprender es ser transparente consigo mismo. Ahora bien, el mínimo encuentro con lo real desmiente esta esperanza. Nos enseña que es un error pensar que se trata, en psicoanálisis, de utilizar el goce para hacerse un nombre, incluso una obra de arte. "No es nuestra intención",[12] nos recuerda Lacan. En principio, porque siempre hay un malentendido sobre el goce: Él no está allí donde uno quisiera, y no es nunca aquel que uno se representa. La creencia de un sujeto en su modo de gozar forma parte de sus defensas. Puede elegir fijarse allí.La experiencia analítica tiene otra pretensión. No se trata de hacer el elogio del goce, ni de volver a darle al padre el lustre que ha perdido. Si el síntoma nos importa tanto es por el malentendido que vehículiza. El nudo del síntoma es, seguramente, estrictamente específico para cada uno, y es necesario sudar un poco para aislarlo. Pero si nos interesa no es por su particularidad.Lacan nos compromete a utilizar al síntoma para abordar lo que tenemos de más humano, a saber, nuestra singularidad. El síntoma comporta siempre un goce en más. Nos importa por lo que ciñe mal, por el envés, de costado. Saber hacer con sus variaciones, formarse en el uso de los equívocos que él vehiculiza, dar lugar a lo ilegible en su construcción forma parte de su uso. Tratar el síntoma quiere decir, en ese caso, volverlo extraño para sí mismo.Para esto es necesario que alguien así lo quiera, sostiene J.-A.Miller.[13] Es necesario que alguien quiera poner allí algo distinto que el sentido. El hombre piensa con palabras, pero: "es en el encuentro de esas palabras con el cuerpo que algo se va delineando".[14] La práctica nos impone, de allí en más, retomar nuevamente las preguntas relativas al acto analítico. Es una apuesta para la clínica de nuestro tiempo. Es también, una apuesta para el psicoanálisis si queremos que tenga alguna chance de durar todavía un poco más.

FUENTE: VIRTUALIA

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