sábado, 23 de junio de 2007

EXTRAER EL TIEMPO DE SU DURACION Autor: SANTIAGO JESUS

La conversación de los miembros de la EBP- Minas Gerais , preparatoria para el próximo Congreso de la AMP y realizada el día 18 de octubre, puede profundizar el debate sobre los posibles usos de las formulaciones clínicas que se desprenden del escrito de Lacan "El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada" [1]. Se interrogó, inclusive, si esos aspectos clínicos no ocuparían un papel secundario de cara a la discusión, de fondo especulativo, sobre los propios fundamentos de la cuestión temporal postulada a lo largo de ese texto.. Cabe resaltar, por lo tanto, el cuestionamiento que se hace sobre la aplicabilidad clínica de la estructura ideal del sofisma lacaniano, sobre todo, la lógica que domina en la solución, calificada como perfecta, del problema propuesto. El tiempo lógico y su aplicación clínicaSe mencionó también, el diálogo crítico que ese escrito mantiene, con las innovaciones del pensamiento filosófico de la época sobre el tiempo, particularmente el de Henri Bergson, considerando que este último intentó aprehenderlo a partir de la distinción fundamental entre un tiempo que encuentra su homogeneidad en el espacio y el tiempo puro, depurado de toda mezcla con el espacio, a saber: la duración. Se sabe que el filósofo subraya con insistencia la necesidad de percibir la diferencia que existe entre el "tiempo abstracto", que no es más que un número- el tiempo del reloj, el tiempo medido por la física- , y el "tiempo concreto", que pasa a ser llamado "duración", la cual es experimentada y vivida como intensidades propias de los estados de conciencia [2]. Se suscitó aún, la hipótesis de que, considerando el momento histórico en que surgieron tales formulaciones, si ellas no comportarían una respuesta contundente- fruto de una larga meditación- al problema proveniente de la reflexión existencialista sobre lo que es ser libre y lo que es decidir en la dimensión propiamente humana [3]. Al contrario de esto, debe tomarse ese escrito como una iniciativa ejemplar del interés de Lacan por elucidar puntos capitales del modo como la experiencia analítica se las ve con la cuestión temporal. Tanto es esto verdad que no se puede desconocer el hecho de que la expresión " tiempo lógico" pasó a figurar en el imaginario social como la propia designación del modo como el analista lacaniano concibe la sesión analítica. Diría aún que la preocupación frontal por las incidencias clínicas del tiempo en la experiencia analítica , presente en ese escrito, no se suceden sin la debida interlocución con la reflexión propiamente especulativa sobre el tiempo. Una vez más, no hay cómo negar que la construcción del concepto de sesión analítica, no se procesa sin el concurso de los principios que, en este caso, se extraen de los innumerables cuestionamientos que el saber fue capaz de introducir a lo largo de las épocas, sobre el problema del tiempo. Y , es en ese sentido, que ese escrito de Lacan se confunde con un ovillo que fue confeccionado con una variedad de hilos, que desflecados revelan la propia esencia de los principios que orientan nuestra comprensión de la sesión analítica, o sea: el carácter heterogéneo y múltiple del tiempo , la interferencia de la variable- tiempo en la resolución de un problema lógico, el estatuto del sujeto de pura lógica, la duración como factor de cálculo, las relaciones entre la decisión y la certeza. Extraer el tiempo de su duraciónComo continuación de la conversación, se pasó a la discusión de un caso relatado por el colega Sergio Campos [4], caso que, a mi ver, expresa esa juntura entre un momento de la clínica y el aliento conceptual de la orientación lacaniana. No voy a entrar en los detalles que componen la construcción de ese caso que interroga las relaciones del sujeto obsesivo con el tiempo. Me interesa sobre todo destacar el modo en que el tacto del analista hizo posible manejar la dificultad del sujeto en consentir el principio de reducción de la duración de la sesión analítica, principio capital para introducir el factor "prisa" en el funcionamiento del dispositivo. Es evidente que ese principio sólo se torna asequible si la experiencia puede, a lo largo de las entrevistas preliminares, extraer del habla del sujeto un problema a ser resuelto. Tal vez esa sea una de las primeras contribuciones de "El tiempo lógico": conducir el tratamiento de modo que la función del habla pueda convertirse en una empresa que apunte a la solución de un problema, que adquiera la necesidad de llegar a una conclusión, y una conclusión propiamente lógica, o sea, no meramente verosímil. En otros términos, las bases conceptuales de las entrevistas preliminares, tendría aquí su origen, visto que están destinadas a transformar las dificultades, perfectamente legítimas y constantes en la existencia de un sujeto, en datos de un problema a ser resuelto. Después de un largo tiempo de interrupción, C intenta por segunda vez el tratamiento analítico, en función de los retrasos que siempre le acarreaban graves problemas en el trabajo y en los estudios. Al referirse a las dificultades con los horarios y compromisos, afirma que permanecía largos períodos de tiempo en su domicilio, debido a las licencias médicas otorgadas por la junta médica de la institución en la que trabajaba. Esa misma dificultad repercutió también sobre su experiencia de análisis anterior : "abandoné el tratamiento anterior porque tardaba en llegar al consultorio del analista y cuando llegaba tarde, el analista me despachaba". Observa que los problemas con el tiempo aparecen cuando surge un compromiso en el que se exige de él una estricta puntualidad. Cuando ocurrirá un acontecimiento con una hora prefijada, comienza a preocuparse con bastante antelación. A medida que transcurre el tiempo, esa preocupación aumenta y se vuelve más afligido e inmovilizado. Cuanto más se aproxima la hora, más agitado se siente y más se angustia. Tiene costumbre de ir andando de un lado para otro sin saber lo que hacer, cuando el reloj devora la duración del tiempo. A veces permanece mirando perplejo el reloj y en su creciente aflicción imagina que tiene siempre un tiempo de más, proporcional a éste, que poco a poco se desvanece De este modo, en el inicio del tratamiento, C se muestra bastante puntual. Sin embargo, a medida que las sesiones se encadenan, los retrasos se vuelven cada vez más frecuentes, llegando incluso a retrasarse cerca de dos horas. El analista cuenta la gran dificultad para dar por terminadas las sesiones ya que, cuando llegaba no quería irse. En esos momentos, se refería casi siempre de manera quejosa a la experiencia pasada del análisis, experiencia que fuera interrumpida por él mismo en razón del tiempo reducido de las sesiones. Por lo tanto, además de dejar al analista esperando, acababa por provocar una gran desorganización en su agenda. Cada tanto llamaba para disculparse y decir que aún no había conseguido salir de casa. Como esto se había vuelto rutinario en su vida, C relata un episodio que parece bastante sugerente de su erótica con el tiempo. Una vez encontró una dentista que adoptó con él una estrategia capciosa para luchar contra su síntoma de los retrasos. Le daba siempre el horario de inicio de las consultas, dos horas antes del verdadero inicio. O sea que había un horario para la agenda del dentista y un horario para él. El tratamiento dental transcurrió de modo satisfactorio, hasta el día que la dentista le contó el secreto. De ahí en adelante, volvió a retrasarse. ¿Qué hacer ante una dificultad tal? Es evidente que el principio temporal de la práctica lacaniana, impide que el analista lo pueda tratar de la misma forma que el dentista. Entonces, el analista interviene de la siguiente manera: " De ahora en adelante usted no tendrá un horario fijo, venga el día y a la hora que usted quiera". De este modo, pasó a estar siempre entre dos pacientes. Como sabía que no tenía un horario fijo y que podría estar ocupando el horario de otro, pasó a aceptar, con el transcurrir de las sesiones, la introducción de otro tiempo: el tiempo de la urgencia. Se ve que el analista, en este caso, hizo posible introducir una dimensión temporal que permitió al sujeto confrontarse con la erótica de la procastinación, cuya finalidad es aprisionar el tiempo en cuanto pura cantidad, cantidad al servicio de su falicismo obsesivo. Es corriente encontrarse con sujetos obsesivos que ya llegan a la sesión con el pensamiento vuelto hacia el momento en que el analista lo interrumpirá. Si el analista está, de entrada, colocado en la posición de quien va a dividirlo, el sujeto, a su vez, se vale de la duración del tiempo como un medio de evitar el encuentro angustiante, para él, con el analista. Como efecto, la estrategia del sujeto para evitar ese encuentro e instalar al analista en la posición de espera, devolviéndole así lo que es, para el sujeto, el precio exorbitante de la castración. El retraso asume, por lo tanto, el sentido de la espera y del no- encuentro que , de alguna manera, contrabandea , a su favor, el valor fálico inscrito en su relación erótica con la duración. No es preciso profundizar esta construcción para concluir que el manejo estándar del tiempo , sea en la forma de la sesión de tiempo fijo, sea en la interrupción exigida por el retraso del paciente, no operan los efectos esperados para un trabajo analítico sólido con el obsesivo. Lo que me parece interesante en la solución encontrada por el analista que conduce el caso, es introducir el principio de reducción de la sesión analítica que haga extraer el tiempo de su duración. En el fondo, se puede decir que la fantasía del obsesivo, en su falicismo, es tornar infinita la duración del tiempo. Todas sus peripecias sinuosas y astutas con la duración del tiempo es contrabandearlo según el sentido de su síntoma obsesivo, a saber: el tiempo vale por su cantidad pasible de ser contabilizada y manipulada según la estrategia de sus juegos de engaño con el Otro de la castración. Tal vez podríamos resumir su erótica para con el tiempo en los siguientes términos: el tiempo sin duración no tiene ningún sentido. De otro modo, él siempre supone que podría producir algún sentido si la duración del tiempo fuera infinita. Si el tiempo no tiene duración, luego no tiene sentido alguno continuar hablándole al analista. En suma, lo que el deseo del analista ocasionó, en los términos de su intervención, es reabrir el encuentro con el lado traumático del analista en posición de objeto, forzando la reducción rigurosa de la duración y, por tanto, la reducción del sentido. El tiempo y su sucesión realLa tesis clínica de que el tiempo no es su duración , tesis capital para comprender la erótica del tiempo en este caso de neurosis obsesiva, está ampliamente presente en la elaboración lacaniana del tiempo lógico. Ella se refiere a los momentos en que Lacan se enfrenta a la concepción bergsoniana del tiempo. J-A Miller, en "les us du laps" observa que el escrito de Lacan fue redactado con una preocupación por hacer un uso lo más económico posible del término "duración" [5]. Para explicitar la noción de duración en Bergson, Miller cita un momento de su obra que se tornó célebre para entender ese punto: "¿ Porque debo esperar que el azúcar se disuelva en mi café? Si la duración del fenómeno es relativa para el físico , en tanto ella se reduce a un cierto número de unidades de tiempo y que estas unidades son tantas como se quieran, esta duración es absoluta para mi conciencia, puesto que coincide con un cierto grado de impaciencia " [6] La idea que está presente en este pasaje de la obra de Bergson, es que la medida matemática y puntual del tiempo suprime el tiempo y su transcurrir, que se presume medir, restableciendo el espacio. Los números utilizados como medida del tiempo son , naturalmente, relativos a la unidad de medida escogida y relativos entre sí. El tiempo de duración, aquello que hace que una cosa sea esperada con más o menos impaciencia o ansiedad, , no es verdaderamente valorable por el pasaje simultáneo de los minutos de espera que observo en la esfera de mi reloj ; constituye una realidad absoluta más allá de toda medida. El tiempo numerado o geométrico no es más aprehendido en su realidad temporal efectiva orientada hacia el futuro desconocido; es colocado dentro del espacio, delante de nosotros, pasado y futuro, siendo simultáneamente presentes para la conciencia. Para Bergson, el carácter de simultaneidad propio de ese tiempo matematizado no es más el tiempo. En ese sentido, el único tiempo que existe, para él, es la duración, aquél que yo experimento, muy concreta y realmente, como pura sucesión, por medio de la conciencia aguda de que el presente no es idéntico al pasado y el futuro no será igual al presente. Se puede decir que, en un primer abordaje, Lacan estaría de acuerdo con Bergson ya que tampoco para él se capta el tiempo por medio de la simultaneidad, vía por la cual se torna absolutamente homogéneo al tiempo espacializado. Y si, en este caso, el tiempo aparece como sucesión, no se trata de una sucesión concerniente a un tiempo, designado como "concreto", porque equivale a una realidad susceptible de asumir diferentes cualidades psicológicas. Para Lacan, si el tiempo es sucesión, se trata de una "sucesión real" capaz de desvelar diferencias que están más allá de las intensidades y cualidades psicológicas, diferencias que, en último análisis, se remontan a las estructuras lógicas y subjetivas del tiempo que son heterogéneas y distintas entre sí. Como intento de alcanzar esa sucesión real, es necesario al mismo tiempo hacer prevalecer el valor sofístico de la experiencia con el tiempo, valor que se expresa por la condición del sujeto para transformar la "insolubilidad" del problema con un factor de cálculo lógico que viabiliza su "solubilidad". Así, este punto sofístico aparece cuando el problema insoluble se vuelve soluble porque el sujeto autorizó introducir en los datos del problema la propia insolubilidad. A ese propósito, importa reafirmar que, al contrario de la perspectiva de Bergson, una diferencia se impone, para Lacan, entre el tiempo y la duración psicológica. En su escrito de 1945, se asiste a la emergencia de una nueva identidad del tiempo, un tiempo que naturalizado por la lógica ocasiona el pasaje de una etapa en que un problema insoluble se torna, en una segunda etapa, un dato para la solubilidad del mismo problema. No es en forma alguna la idea de la concretud del tiempo, marcada por la intensidad de la angustia y de la palpitación, explicitada en tanto experiencia de espera del azúcar que se disuelve en la taza de Bergson o de la espera de la hora del inicio de la sesión para el sujeto C. Decir que es necesario extraer el tiempo de su duración, en el caso C, es buscar introducir el valor sofístico del tiempo; es, por tanto, hacer valer otra materialidad- distinta de la llamada concretud de los estados de conciencia- es la materialidad del significante que, además, posee la misma consistencia del sujeto del habla. Se concluye , así, que la sucesión real con la cual el analista tiene que vérselas, es el tiempo tomado como efecto de a estructura significante. O sea que lo que se designa como estructuras temporales es el hecho de que " el tiempo es él mismo un efecto de la estructura significante"[7]. Es, exactamente, lo que permite afirmar que si la estructura significante determina la posición subjetiva de la espera, esencial en la erótica del tiempo en ese sujeto, ella exige, igualmente, del lado del analista, la modulación temporal de la urgencia. Es la urgencia la que abre la posibilidad del sujeto de encontrarse con la procastinación del tiempo entendida como la suspención del goce, sin que con esto haya anulación del goce. En la erótica de la espera no hay negativo del goce, o sea, en la espera hay siempre un goce específico de la suspensión del goce que fue suficientemente tratado por la llamada experiencia anal [8]. Es sabido que Lacan establece una lectura innovadora de esta experiencia por medio de la dimensión de la demanda del Otro: la demanda de obtener el objeto anal. Sin embargo, lo que más llama la atención en esta lectura, es que en esta estrategia de transformar la demanda del Otro en objeto, prevalece una maniobra con el tiempo que se vale de la espera. Es por medio de la espera que el Otro demanda al sujeto el objeto anal, al mismo tiempo que el sujeto obtiene de él el objeto de la demanda. Si la espera es una categoría temporal crucial para la erótica del tiempo en la obsesión, es porque ella mantiene al Otro en suspenso, para hacer con él, que le dé su objeto.

FUENTE: www.eol.org.ar

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