sábado, 23 de junio de 2007

LA CLÍNICA DE FRANCOISE DOLTO Autor: NASIO DAVID

He tenido el privilegio de asistir y participar en la Consulta que la señora de Doltoconducía en una salita de la calle Cujas, París, donde recibía a niños muy pequeños condificultades psíquicas.* En 1985, después de treinta años de dirigir su Consulta general en el HospitalTrousseau, Francoise Dolto decidió reanudar este trabajo clínico, pero exclusivamenteconsagrado esta vez a niños de una guardería. La guardería es un establecimientopúblico de estancia temporaria en el que viven niños afectados por serias dificultadesfamiliares o sociales. Estos niños son todavía pequeños, de edad variable que oscila entreunos pocos meses y los 4 años; fueron separados de sus familias de origen y cargan conun pasado doloroso y hasta trágico. Acuden a la Consulta de la calle Cujas por trastornospsíquicos frecuentemente graves, acompañados por una auxiliar en puericultura que,cuando el niño lo pide, está presente en la sesión. Los pequeños pacientes son recibidospor F. Dolto dos veces por mes. Las curas, en general bastante cortas, se prolongan aveces durante uno o dos años, según lo que dure la permanencia del niño en la guardería.Cuando el niño, que se halla a la espera de una familia adoptiva, es asignado finalmente aésta, la prosecución del tratamiento depende de que los nuevos padres decidan continuaro no la terapia.Pero la idea inédita de Francoise Dolto, y que otorga a su Consulta un carácter tansingular, es haber introducido en el propio seno de las curas la participación activa - a lamanera de los coterapeutas - de un grupo de «psicoanalistas», y no, como podrían pensaralgunos, de «psicoanalistas de niños». Para la señora Dolto, en efecto, el psicoanalista deniños no existe. Lo que existe, en cambio, es el psicoanalista que practica el análisis conniños. El psicoanálisis, tal como Freud lo definió, es la experiencia del inconsciente de unsujeto independientemente de su edad.La Consulta de la calle Cujas se llamaba Seminario o, para ser precisos, Seminariopráctico de psicoanálisis de los trastornos precoces. En este largo título están contenidaslas tres funciones, las tres miradas de dicha labor. La palabra «Seminario» indica laintención formadora respecto de los analistas presentes. En la expresión «psicoanálisis delos trastornos relacionales» se afirma el propósito terapéutico dirigido a niños quepadecen trastornos causados por un vínculo humano enfermo. Recordemos que, en lateoría de F. Dolto, semejante vínculo patológico e inconsciente entre el niño y el otroaparece conceptualizado con el carácter de imagen inconsciente del cuerpo; en efecto,una de las modalidades de esta imagen es la relación del niño con su entorno. Y, porúltimo, el adjetivo «precoz» resume el tercer designio, preventivo y social, concretado poruna acción terapéutica ejercida muy tempranamente en la vida del sujeto.Pero, antes de abordar exactamente el trabajo clínico de Francoise Dolto, su manera deescuchar al niño, quisiera hacerles descubrir la salita de la Calle Cujas.Encontrábamos allí una mesa con tres sillas alrededor: la de la señora Dolto, la del niño y,al lado, la reservada al auxiliar de puericultura cuando estaba presente en las sesiones.Pocos metros a la derecha de la mesa, en semicírculo, se instalaban los psicoanalistas -oyentes, dispuestos de tal manera que ninguna de sus sillas estuviese situada detrás delniño.Este núcleo de analistas no constituía, como podría imaginarse, un grupo deobservadores recibiendo pasivamente la enseñanza de una práctica. Eramos, por elcontrario, participantes casi siempre activos en nuestra implicación viva y transferencialrespecto de la cura y en íntimo acuerdo con la dinámica propia de la sesión. Activostambién cuando el niño se dirigía a uno de nosotros directamente o al grupo en suconjunto. En el momento de entrar y salir, el pequeño paciente saludaba a todo el mundoy nosotros le respondíamos. También podía suceder que, a pedido de Francoise Dolto,cantáramos a coro una cancioncita como «Au clair de la lune». A veces sólo debíancantar los hombres, y otras, todas las voces se mezclaban al unísono. También podíaocurrir que el niño se acercara a uno de nosotros a través de un objeto o a hablarnos.Nuestro grupo de adultos representaba para el niño un nuevo espacio social que formabaparte de la sesión. Digo «un nuevo espacio social», porque no representábamos ni laguardería ni la familia de nacimiento ni la familia adoptiva, sino una figura completamentedistinta del cuerpo social, verdaderamente original en la vida del niño.El encuadre de la Consulta incluía también la sala de espera, con sus dos sillas de niños ysu baúl de juguetes conteniendo muñecos y peluches. Más allá de la sala de esperaestaba la oficina del señor Pascal, encargado de recibir a los niños y a las maternantes; élnos iba avisando de la llegada de los pequeños pacientes, que se sucedían cada mediahora. Entre las sesiones mediaba una pausa durante la cual cambiábamos con FrancoiseDolto nuestras impresiones sobre el diálogo analítico que acababa de tener lugar.Yo tenía la costumbre de sentarme en la primera silla situada exactamente a la altura dela mesa. Esto me ofrecía un punto de vista tal que la mesa pasaba a ser a mis ojos elterreno sobre el cual se desarrollaba la extraña partida de una sesión analítica, el lugardonde se decidía la relación del psicoanalista con el niño. Había puestos sobre esta mesadiferentes objetos que me interesa detallar. Una caja conteniendo pasta para modelar,hojas de papel, un estuche de marcadores gruesos, una vieja caja de bizcochos llena depequeños juguetes diversos (un soldado, un pato, un barco, etc.), y en particular: unaregla de madera, unas pequeñas tijeras, un verdadero manojo de llaves, una cadenita,dos cuchillitos, uno de manteca para el modelado y el otro más cortante, un espejito, unsilbato y lápices de colores de mina siempre rota que Francoise Dolto solía afilar con uncortaplumas que sacaba de su cartera. Con este gesto de afilar el lápiz, indicaba al niñoque cada cual debía ocuparse de la tarea que le correspondía. Lo incitaba así aconsagrarse a su propio dibujo o modelado. Me acuerdo, por ejemplo, de una pequeñapaciente, Leticia, que sufría de una así llamada «seudodebilidad mental», es decir queesta niña, a los cinco años, seguía haciendo de bebé. Requería constantemente laatención de la señora Dolto* y le reclamaba que comentara sus dibujos. Francoise Doltotomaba entonces los lápices de mina rota y empezaba a afilarlos. Cuando Leticia se poníademasiado insistente, replicaba: ¡Oye, haz tu dibujo! ¡Cada cual hace lo que tiene quehacer: yo, afilo el lápiz; tú, dibujas tu sueño!.Dije que he tenido el privilegio de asistir a esa Consulta porque, en efecto, fue un raroprivilegio haber podido aprehender en forma tan inmediata el modo en que trabaja unpsicoanalista. De entrada éramos convocados - los analistas - participantes - a lo másvivo de la escucha sobre el niño y sobre nosotros mismos. Varias veces, observandotrabajar a Francoise Dolto, me sobrecogió verla actuar en contacto directo con elinconsciente o, para decirlo mejor, en contacto directo con esa instancia psíquica que ellateorizaba bajo el nombre de imagen inconsciente del cuerpo.La gran implicación de nuestro grupo en las curas se debía a que éramos no solamentetestigos del acto analítico, sino, más aún, una condición para el cumplimiento de ese actoe incluso para la rapidez con que podía producirse el retorno de lo reprimido y movilizarselos síntomas del niño. La presencia de los analistas dinamizaba los elementos coaguladosde la estructura psíquica del paciente, favoreciendo la conclusión rápida de las curas.Digo «acto analítico», porque la Consulta no era una presentación de enfermos sino elsitio en el que se practicaban curas rigurosamente analíticas, y más breves aún que lasconducidas en consultorio privado. Esto, insisto, gracias a la influencia de esa presenciatercera de los analistas - participantes, presencia que fracturaba la dualidad erotizante eimaginaria del vínculo niño - psicoanalista. He pensado a menudo que esa presenciatercera de los analistas tenía un peso decisivo en el estilo de intervención de F. Dolto.Diré incluso que toda su técnica y su modo de abordaje, tan particulares, fueronmodelados por treinta años de práctica a cielo abierto, treinta años de práctica enpresencia de otro analítico investido por ella con la autoridad de un garante de su trabajo.Esta instancia tercera - incluida simbólicamente en todo análisis - se encarnaba en elencuadre de la Consulta en un lugar vivo que permitía a Francoise Dolto, cuando nocomprendía lo que pasaba durante una sesión, preguntarse abiertamente y preguntarnosdelante del niño.Ha llegado el momento de abordar con ustedes el punto modal de la acción analítica deFrancoise Dolto, su manera singular de escuchar al niño y de comunicarse con él. Lo haréa partir de mi propia percepción, indisociable de la teoría y la práctica que me animan, yen la seguridad de que hablar del acto no es decirlo en su integridad. En efecto. nadiepodrá traducir nunca la exacta naturaleza del acto del psicoanalista.Si en la escena analítica de la Consulta, en el momento de entrar el niño en la sala.circunscribimos el espacio psíquico de la psicoanalista Francoise Dolto, podemosdistinguir dos factores - interviniendo en la disposición de la terapeuta de escucharverdaderamente a su paciente. Por una parte, un trasfondo o sustrato que prepara suescucha y la presupone. Este sustrato está determinado por su larga experiencia comopracticante del psicoanálisis, por su historia personal y por el universo conceptual que lesirve de referencia. El otro factor está dado por la escucha propiamente dicha, el particularmodo en que realizaba Dolto el acto de escuchar, quiero decir, de hacer silencio y deenunciar una interpretación.Consideremos primero el sustrato desde el cual el analista se compromete en la escucha.Un deseo firme y poderoso la anima fundamentalmente; el de hablar a los sereshumanos. «Lo que yo busco - decía Dolto - es hablar con ese ser humano, quienquieraque sea. Este ser quiere decir algo, y yo quiero hablarle». Ahora bien, cuando F. Doltohablaba, su voz adquiría una entonación inimitable, la voz de Dolto. Una voz que aúnresuena con su timbre cautivante y que tenía el singular poder de estimular el pensamiento. No sólo el nuestro, sino sobre todo el pensamiento de Francoise Dolto. Unavoz que, al retornar a sus oídos, tenía la potencia de engendrar pensamientos nuevos y,muy a menudo, de mover su espíritu a la reflexión en forma de una diálogo enunciado envoz alta. Cuando se dirigía al niño o cuando nos relataba casos clínicos, hablabaponiendo espontáneamente en escena los diferentes personajes de la historia. En unmovimiento recíproco, la voz recreaba el pensamiento y por su parte el pensamiento sehacía sonoro, se hacía voz.Otras dos ideas motrices preparaban la escucha de Francoise Dolto. En primer lugar, lasólida convicción de que un psicoanálisis de niño no es una psicoterapia de niño. Sinoponerlos nunca como prácticas rivales sino, en rigor, como prácticas complementarias -puesto que un psicoanálisis puede muy bien suceder a una psicoterapia - F. Dolto solíadefinir de manera tajante lo que era el análisis de niños. Veamos una de sus distintasafirmaciones»( ... ) Si el análisis de niños tiene un sentido, es únicamente por remitir alanálisis de lo reprimido, es decir, a las épocas que precedieron a la vida actual del niño yde ninguna manera a los acontecimientos de su vida presente. Si nuestrasinterpretaciones aluden a las relaciones actuales del niño, en ese caso no hacernosanálisis, hacemos psicoterapia de apoyo. Si es psicoanálisis, es porque nada de lo actualentre el niño y las personas de su vida presente nos concierne. Esta es la castración delanalista» (41). Lettres de LEcole Freudienne de Paris, n° 20, marzo de 1977, pág. 270.La otra convicción presente siempre en su escucha de analista movía a Dolto a considerarlos síntomas como la expresión enferma de una emoción inconsciente que el niño habíaexperimentado en otro tiempo. Una emoción que en su primer surgimiento no habíapodido ser nombrada. Así pues, el psicoanalista es llamado a desempeñar el papel de unyo auxiliar que, sobre la escena del análisis, proporciona en el momento oportuno elnombre hasta entonces faltante de una emoción extraviada.En el trasfondo del espacio psíquico de la analista Francoise Dolto se conjugan, pues, elpoderoso deseo de hablar a los humanos, el principio de que psicoterapia no espsicoanálisis y, por último, la certidumbre de que un síntoma revela la errancia de unaemoción sin nombre.Vayamos ahora al otro componente del trabajo de escucha, el del surgimiento de unapalabra interpretativa en el psicoanalista. Quisiera proponerles un artificio expositivodestinado a transmitir el modo en que percibí - »visualmente», diré - y en que poco más omenos formalicé la gestación de ese acto analítico que es la interpretación.Imaginemos que Francoise Dolto, sentada ante su pequeño paciente, procura tender unpuente para llegar al inconsciente del niño. Definido este propósito, su escucha va adesplegarse en cuatro tiempos. En el primero de ellos, Dolto toma como indicadores lossignos observados en el comportamiento gestual del paciente, la más mínima expresióndel rostro, su actitud lúdica, sus dibujos, las palabras o sonidos que emite o incluso losdatos de la historia familiar del sujeto recogidos en las primeras entrevistas.En un segundo tiempo, y con estos indicios como referencia, a menudo no alcanza acomprender, queda perpleja y entra en una fase de tanteo que prepara el surgimientoprobable de la interpretación. En determinado momento, mentalmente de pronto y hacer lo que yo denomino «silencio en uno mismo», es decir,sustraerse a los ecos del propio yo. En este estado de extrema apertura, infinitamentelúcida, percibe a otro niño muy diferente del que tiene sentado frente a ella. Este otro niñoes un niño inconsciente, con aspecto de lactante desdichado, prematuro, de gritoahogado, intentando vanamente expresarse, y que sufre y espera. Si extendemos elcampo de la escena aparecen entonces otros personajes que gravitan, a la manera deuna ronda fantasmática, alrededor del niño inconsciente. Este, pues, nunca está solo, sinosiempre integrado en una escena y comprometido en una relación intersubjetiva. Estadeterminada percepción efectuada por la analista no es otra cosa que la percepción de laimagen inconsciente del cuerpo del pequeño paciente. Digámoslo con claridad: la analistano percibe una imagen inconsciente del cuerpo ya presente y que el niño llevaría consigo;no, la analista la crea en el mismo momento de percibirla, y le da existencia en cuantosíntesis viva y actual de la relación transferencial.Consideremos ahora el tercer tiempo. Guardando siempre contacto y trato verbal con supaciente y. más allá, con el público de analistas - participantes. F. Dolto se identifica ensilencio con el niño inconsciente. Hace suyos el sufrimiento y la espera de este niño, sinque ello implique dejarse afectar por sentimiento de compasión alguno. Identificarse conel dolor del otro no significa en absoluto sentir pena o piedad.Señalemos que, mientras efectúa el proceso silencioso de identificación con el niñoinconsciente, Francoise Dolto puede adoptar también el papel de cada uno de lospersonajes de la constelación fantasmática. Y todo esto sin perder nunca el contacto conel niño de la sesión y con los analistas presentes.El cuarto y último tiempo es el del surgimiento de la interpretación. Es el tiempo en el queel psicoanalista realiza efectivamente el acto analítico; enuncia en voz alta, en el presentede la cura, la palabra esperada que el niño inconsciente tenía necesidad de decir y de oír.Nosotros concebimos la interpretación de F. Dolto, y de manera más general todainterpretación analítica, como la enunciación dirigida al oído del niño actualmentepresente en la sesión - de las palabras, frases o sonidos que, si el niño inconscientehubiese podido hablar, habrían salido de su boca; o incluso como la enunciación de laspalabras, frase o sonidos que habrían salido de boca de uno de los personajes de laronda fantasmática si este personaje hubiese podido decir lo que en otro tiempo fuecallado. Al asumir su función de mensajero, F. Dolto transmite al niño de la sesión elsignificante con el que ella acaba de toparse al identificarse con el niño inconsciente. F.Dolto transmite al uno - el niño de la sesión - lo que ha encontrado en el otro: el niñoinconsciente.A través de este recorte artificial he intentado hacer visible el funcionamiento de laescucha de un psicoanalista. He intentado ceñir lo mejor posible el punto nodal del deseode la psicoanalista Francoise Dolto, sin olvidar que, en su verdad, este deseopermanecerá irresistiblemente inexplicado. Justamente por permanecer inexplicado, estedeseo conserva para mí, la fuerza de una llamada que interroga a ese analista enconstante devenir que creo ser.Este testimonio habrá dejado presentir cuánto influyeron en mi práctica y en la teoría quela sustenta los años de trabajo con Francoise Dolto.Quiero concluir subrayando uno de los muchos rasgos que caracterizan la personalidadde Francoise Dolto. Al verla trabajar, siempre tuve la impresión de estar ante variaspersonas al mismo tiempo, cada una de las cuales hablaba un dialecto diferente:¨ Una Dolto psicoanalista que dice y libera al niño de su sufrimiento;¨ Una Dolto niña, cuando se identifica en silencio con su pequeño paciente;¨ Una Dolto maestra que enseña;¨ Una Dolto amiga, que vibra y tiene miedo ¡Cuántas veces, en el camino que nosconducía a la calle Cujas, no me sorprendió en el coche confiándome su inquietud ante lanueva jornada matinal que la esperaba en su Consulta! ¡Una inquietud, que a despechode toda una vida de práctica, se repetía como si cada nuevo día estuviese marcado por lainocencia de la primera vez!.Publicado en «Grandes psicoanalistas» Ed. Gedisa

FUENTE educ.ar

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