sábado, 23 de junio de 2007

SEGUIR UN HILO Autor: SUAREZ SOLANO ESTHELA

1- En su mensaje al Comité de acción (Papers N°2), a continuación de la contribución de Marco Focchi, Graciela Brodsky declina de una manera muy interesante la conjunción-disyunción entre principios y reglas. Su recorrido me motivó a buscar a nivel del saber acumulado en la lengua –es decir, a nivel de la etimología– la diferencia o el parentesco que especifica, en su uso, el campo semántico de los principios y las reglas. Mi intento no fue infructuoso, pues encontré lo que buscaba en el Robert, Diccionario Histórico de la Lengua Francesa:Principio: viene del latín principium, derivado de princeps «que ocupa el primer lugar» (la palabra príncipe proviene de esta fuente). El vocablo latino designa el comienzo, el debut en el tiempo; por abstracción, el origen fundador: principia, los elementos de los cuales alguna cosa está formada, los fundamentos.En francés el término guarda su sentido en el campo epistemológico: fundamento lógico, y por extensión se relaciona con una ley de alcance general relativa a una ciencia o a una disciplina. Alrededor de1351, el sentido se extiende por fuera del campo epistemológico, hacia el sentido práctico de «regla de acción»; y más tarde, en 1688, con la introducción del plural «principios», el término designa en particular «las reglas morales a las cuales una persona o un grupo está sujeto».Encuentro muy significativa la derivación semántica que se desliza del campo epistémico de los principios hacia el de las reglas de la ética. En este sentido, los principios se juntan con la regla.Regla : vocablo adaptado del latin regula «instrumento que sirve para poner en escuadra, patrón que permite juzgar, corregir». En francés, la palabra toma un valor figurado muy general: «prescripción de orden moral, intelectual o práctico que se aplica a la conducción». Desde el siglo XVI, una restricción de su sentido la transforma en «una prescripción que conviene seguir en el estudio de una ciencia, de una técnica», por ejemplo «reglas de la gramática», en matemáticas «regla de tres», y en plural «reglas del juego» para el conjunto de convenciones propias a un juego. Aquí la regla se vuelve a encontrar con los principios. No obstante, lo que diferencia a la regla de los principios es que los principios se refieren a los fundamentos, mientras que la regla está relacionada con el procedimiento práctico, con el «hacer». Como lo pone en evidencia Marco Focchi, los psicoanalistas de la IPA, desde el momento en que substituyen las reglas, incluso las prescripciones, a los principios –es decir, a los conceptos– se reconocen «analistas» a partir de la aplicación de una regla protocolar: la común medida que hace de un practicante un analista es la de exponer una práctica del análisis que se ajusta al estándar de cinco, cuatro, ¡como mínimo tres sesiones por semana, durante todo un año! No hay en esto ninguna preocupación por el resultado, ni por la puesta en evidencia de la lógica de la cura, ni por la demostración de los principios de su acción.2- Se ve bien que el tiempo que se ajusta a la regla del estándar es el que se mide, incluso el que se contabiliza, en tantos minutos para una sesión, tantas sesiones por semana, tantas semanas para una cura. Es aquí la duración contabilizada la que da crédito y garantía al analista. La IPA cree en la medida, en el sentido de la regla, del tiempo métrico. Este patrón toma así la función del Uno gracias al cual se vuelve posible construir un conjunto homogéneo, el de todos los practicantes que se ajustan a él. Volviéndose así «todos parecidos» con respecto a la regla –y gracias a la regla– se encierran en la psicología y se abstienen de rendir cuentas sobre los principios fundadores de su posición, los cuales provienen de las aporías lógicas planteadas por la separación entre el pequeño a y S (A/). Lacan nos enseña que sobre esta escisión reposa la distinción entre psicología y psicoanálisis.Por el contrario, si la orientación lacaniana supone tener en cuenta lo real, como lo expuso Jesus Santiago, esto implica acoger la dimensión temporal de lo imprevisto. No solo darle lugar, sino también hacerse su agente. En este sentido, es por su acto que el analista se hace agente de la contingencia. La sesión analítica conlleva un aspecto de «regularidad burocrática», es su vertiente de necesidad, contrariada por el acto del analista, que introduce los efectos de división por donde se «realiza» el inconsciente como sujeto. Esto es lo que escribe la línea superior del discurso del analista: pequeño a , flecha, S barrado. Ciertamente, como lo señala Jesus Santiago en su texto, el acto analítico, por un lado, solicita del analizante la aplicación de la regla fundamental, desde el momento en que él «desencadena el movimiento de investimiento del sujeto supuesto saber», pero no para ajustarse ahí a su orden, que es el del discurso del amo, es decir, el del inconsciente, sino más bien para contrariarlo, justamente para producir el cuarto de vuelta que hace advenir su reverso. Dicho de otro modo, el acto analítico –al cortar el lazo entre S1 y S2– aísla el significante S1 fuera-de-sentido en el lugar del producto, y por este hecho el saber, es decir S2, viene al lugar de la verdad. Por esto, como dice Graciela, el acto va contra el inconsciente. A través de esta vía, que es la del encuentro de la creencia transferencial –incluso del amor– con el acto del analista, el dispositivo de semblante del discurso analítico tendría una chance de tocar lo real.3- Como lo señala Graciela, en mi texto de Papers N°1 yo había puesto el acento sobre este punto. Ahora bien, como lo indica Jacques-Alain Miller, las sesiones que son “siempre la misma cosa” –casi diríamos “siempre la misma sesión”, a causa del defecto del acto analítico (tal como lo expresa tan bien Georges Pérec en el relato de su análisis que he comentado)–, estas sesiones, dominadas por el rito y la rutina, producen generalmente como consecuencia que los acontecimientos imprevistos tengan lugar afuera. Al respecto, el acting out es el mayor ejemplo de esto. Aquí el «trozo de real» es arrojado fuera del lugar del análisis. Los ritos preservan de la irrupción de lo real.Por el contrario, si planteamos que es por su acto que el analista se hace agente de la contingencia y que por este sesgo promete la demostración de lo real en tanto imposible, entonces introducimos por ahí una problemática mayor en lo que concierne al manejo de los «poderes de la palabra» en la dirección de la cura.Tratar esta cuestión implica tener en cuenta los diferentes períodos en la enseñanza de Lacan, según la orientación que tenemos de Jacques-Alain Miller. Al respecto, sería interesante extraer los principios de la dirección de la cura según los diferentes momentos de la enseñanza de Lacan, a fin de declinar sus «varidades»*A mi entender, es una vía a seguir.4 - En todo caso, me parece que hay un abismo entre el Discurso de Roma –donde Lacan desprende los principios de la acción analítica a partir del campo del lenguaje y de la función de la palabra, productora de los efectos de sentido y de verdad– y el corte radical que es introducido por Lacan durante su última enseñanza, como Jacques-Alain Miller lo ha esclarecido en la orientación lacaniana. Cuando la palabra es rebajada al rango de un goce autístico, el saber cae al rango de la elucubración, y el sentido nos encierra irremediablemente en la debilidad mental.En consecuencia, si la experiencia analítica toma como principio de su orientación a lo real –en tanto que fuera-de-sentido y sin ley– esto nos confronta a una manera de «hacer» que conduce la práctica a las antípodas de la mera consideración de los efectos de sentido y de verdad provenientes de la palabra. En tanto Lacan ubica lo real como principio de orientación de la experiencia, sostiene entonces la aspiración «de ir más lejos que el inconsciente». Desde ese momento, la cuestión deviene en cómo operar con la palabra para no dejarse encerrar en el campo del lenguaje, es decir, en la elucubración de saber que participa de la mentira de lo simbólico. La operación analítica ¿devendría equivalente a un saber hacer con la lalengua? En todo caso, Lacan llega afirmar que no es imposible que la verdad devenga «un producto del saber-hacer» (clase del 18 de noviembre de 1975). Esta afirmación conlleva que la práctica analítica participa de la techné . En este sentido, su agente no es otro que el artesano.Me propongo seguir este hilo en el próximo número de Papers.

FUENTE: EOL

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